Yoga para ranas en pijama
Querido y zen agujero sideral de mis entrepaños:
Me he apuntado a yoga. Así, sin más, porque yo lo valgo. Ahora soy una mujer renovada como un bio, aunque creo que si el nivel de las clases sigue subiendo me voy a tener que comprar unas cuantas Tena lady, y no sigo dando explicaciones porque me pongo escatológica.
Lo del nivel, en cambio, sí lo voy a explicar. Llevo dos clases, ni una más ni una menos. Y en la segunda, el profesor, un señor muy zen y muy relajado, aunque a veces aprieta la mandíbula al hablar por lo que me da por pensar que hay algo que le chirría, pero oye, todos tenemos taras, como iba diciendo, este señor pretendía, después de unos ejercicios de calentamiento, que apoyáramos las manos en el suelo, nos levantáramos en el aire y que encima, lo hiciéramos controlando la respiración. Ante tanto despropósito, yo me reír, pensando que era broma y ahí fue cuando me dí cuenta de que en el yoga no caben los vaciles, el tío iba en serio. Mis compañeros se pusieron manos a la obra y hubo gente que lo consiguió. Bien por ellos. Yo me quede dando saltitos como una rana en pijama, hasta que me cansé y me puse a hacer inspiraciones para disimular.
En fin, supongo que esto es el principio. Si persevero seguro que acabo consiguiendo bajar las escaleras de mi casa como la niña de "El exorcista". Tiempo al tiempo.