lunes, agosto 22, 2005

Great balls of fire in Potes

Mi bienhallado agujero negro y sideral: Ahora que estoy currando me acuerdo de las vacaciones. Uno siempre quiere estar donde no está. Y entre mis recuerdos más imborrables está el viaje que hice de Santander a Potes con mi furioso Gastónomo. Cogimos el autocar en Santander, lugar del que creo que soy porque nací allí, pero la gente se empeña en hacerme creer que soy de Valladolid. Una lucha perdida. Total, que en Torrelavega nos hicieron cambiar de autocar y nos subieron a otro de más confianza. Amplio, luminoso, vistas al mar. Con su reposacabezas, su reposabrazos y su reposaingles para que fuéramos sobre todo reposados. Así que, cuando apenas faltaba media hora para acabar el viaje y la gente de atrás empezó a gritar: "Fuego, fuego, que nos quemamos", pensé que se trataba del último himno del reggaetón, con tanta gasolina... pero no. Detrás de nuestro vehículo se alzaba una humareda espesa, gorda y muy preocupante.
El conductor dio un volantazo, paró en el arcén y todos salimos de allí ordenados, nerviositos perdidos y dispuestos a no perdernos las primeras fallas de la historia de Cantabria. En cuestión de minutos, nuestro apacible autocar se convirtió en un homenaje a Jerry Lee Lewis. Una chica, mientras contemplaba cómo su equipaje ardía dentro del autocar, dijo la frase del día: "Qué pena que esto no nos haya pasado en Potes. Los bomberos de allí están mucho más buenos". Después, sacó una cámara y empezó a hacerse fotos con una amiga posando como si tuviera detrás el Tah Mahjal. Con un par.
En fin, por estadística es imposible que esto me pase dos veces , así que puedo coger todos los autocares que quiera (si es que una tiene suerte...) Y además, fuimos portada del "Diario Montañés", aunque al reportaje le falta toque humano porque nadie nos pidió nuestro testimonio profundo y sincero. Si ya lo decía la gran Chus Lampreave: los masa media están fatal.

martes, agosto 16, 2005

El ángel de las collejas

Querido agujero negro y cósmico (que no cómico, porque eres un poco soso, hijo): ayer vi por segunda vez en el fin de semana "Cielo sobre Berlín". Muchos dirán que vaya cosa, que a buenas horas, que la peli es del 87, bla, bla, bla... pero si la literatura y el cine sobreviven es gracias a la gente que no lee ni ve las cosas en su momento. Y si no que se lo digan a Cervantes, ahí se mantiene el tío y sale en la tele y todo. A lo que iba. La película en cuestión trata del conflicto de un ángel que ve cómo la vida le pasa por delante sin poder tocarla, palparla e hincarle el diente como hacemos los humanos (unos más que otros, claro, no es lo mismo Radtzinger que Nacho Vidal). El ángel (que se ve que es un ángel porque lleva abrigo y los demás van a cuerpo), se relame pensando en lo agradable que debe ser pasar frío, beber un café recalentado en un puesto callejero de salchichorras (que para eso está en Berlín) o mover los deditos del pie debajo de la mesa. Mientras tanto, nos mira y remira asombrado de que andemos tan absortos en lo nuestro dejando pasar las cosas pequeñas. Siempre preocupados, siempre dándole vueltas, siempre a nuestra bola. Viendo la película pensé que menos mal que el ángel no puede tocarnos, agujero, porque si no la película se llamaría "Collejones sobre Berlín". Y, aunque fuera más real y nos lo mereciéramos más, no quedaría tan poético.

viernes, agosto 12, 2005

La tienda del "No hay"

He leído, agujero negro y sideral de mis entrepaños, que un narrador centrado y en su sitio debe llevar consigo una libreta para apuntar todo lo que se le pase por la mente. La idea es que esa libreta se convierta en el clavo ardiendo al que te agarres cuando no tengas nada que contar. Así que, en un arranque de buena voluntad, me compré hace un par de meses una muy cuca, con sus anillitas y su canesú, para llevarla en la mochila y, además, escribir en ella cosas con chicha que a todos nos importen. Hoy me he puesto a hojearla para ver qué podía sacar en limpio y, estupefacta, he leído lo siguiente:

La tienda del "No hay":
Una tienda se anuncia en negativo. "No hay pan de leña", "No hay galletas artesanas", "No hay escalón en la entrada", "No hay rebajas"... ¿Qué hay?

Y el caso es que no recuerdo cuándo lo escribí. ¿Estaría con fiebre?

miércoles, agosto 10, 2005

Madre mía, qué susto, madre mía

¿Los agujeros negros y siderales os asustáis? Te lo pregunto porque ayer me fui a cenar a casa de una amiga. Hasta ahí todo normal, la gente todavía me habla. Pero ocurrió que, mientras ella partía unas patatas yo, muy solícita, le daba conversación galante. Y, aprovechándome patéticamente de su vena maternal, le conté que últimamente ando nerviosilla, descentrada y taquicárdica, aunque esto último lo achaco a las cuestas y al calor. Mi amiga debió pensar que era falta de riego, porque me ofreció manzanilla, zumo y una tila. Le acepté el zumito y me fui al salón a darle charla, igualmente gentil, a su marido. Cuando volví a la cocina, asomé la cabeza, la llamé y mi amiga aterrada pegó un grito y soltó por los aires una lata de atún. Conclusión: que tenía los nervios igual o peor que yo.
¿Qué nos pasa, agujero? No sé si es la ciudad, el trabajo, el verano madrileño o que aquí no hay tiempo de, como decía el gran Cordobés, "quiérete a ti mismo, quiérete tu "musho", haz deporte, ese cuerpo..." Estamos demasiado tensos. ¿Será que se estrena la última de Garci?

domingo, agosto 07, 2005

Música, cebolleta y cangri

No sé si a ti te gustará la música, agujero negro y sideral. Supongo que no porque, por razones físicas evidentes, no puedes oírla. A mi sí y por eso me preocupo por estar al día de lo que es tendencia, de lo que hace furor en las pistas y de lo que nuestros adolescentes de ahora y sostenes de nuestra vejez del mañana escuchan. Atónita, les he visto bailar bakalao con las pupilas como dos pelotas de billar y bebiendo más agua que Nemo aprendiendo a nadar (el capitán, no el pez). Escucho emocionada cómo El Canto del Loco le canta a cosas profundas que a todos nos interesan: sus zapatillas. Asisto pasmada a la resurrección en carne, hueso y polo de Lacoste mortal de los Hombres G y observo sorprendida el encumbramiento de una chica sin cuello y el hijo de Txiqui Benegas que han tenido el mal gusto de bautizarse como La Oreja de Van Gogh... Hasta ahora, no he podido encontrar una explicación lógica a estos fenómenos, salvo que sus fans son jóvenes y no tienen criterio. Yo escuchaba a Milli Vanilli con la convicción de que si les dejabas podían cantar hasta ópera y pensaba que George Michael era un machote que en sus ratos libres conducía un camión. Vamos, que no estoy para hablar.
Pero, el último fenómeno musical que arrasa ya no sé a qué achacarlo, porque ha roto casi todas las barreras del mal gusto (digo casi todas porque ahí están Tamara y sus frikis poniendo el listón bien alto). ¿Alguien puede explicarme por qué gusta tanto el reggaeton? Hoy me he fijado que ya hay revistas especializadas (seguro que llevan meses, pero como soy miope...) en el arte de frotar cebolleta al son de estribillos tan inquietantes como: "Me gusta la gasolinaaaa, me gusta la gasolinaaaaa" o "Yo no soy tu marío, yo no soy tu hombre, sólo soy el cangri que cuando tú llamas te responde". Que conste que no tengo nada en contra de los latinos, pero ¿por qué somos tan proclives a la horterada? ¿Por qué no se nos pegan otros movimientos musicales y corporales además de los pélvicos?
Y una última reflexión: ¿Alguien sabe lo que es un cangri?

jueves, agosto 04, 2005

La venganza de los ñapas

Nos creíamos muy listos, querido agujero negro. Desde las aulas de la universidad, entre apuntes, libros y barajas de cartas, pensábamos que el mundo era nuestro. Estudiábamos (bueno, y otras cosas) con la convicción de que éramos los elegidos, los Skywalker del mercado laboral, que en cuanto saliesen a la luz serían recogidos por multinacionales sedientas de nuestros conocimientos. Acordándome de aquellos tiempos no puedo evitar sonreír mientras me digo: ¡Y una mierda pinchada en un palo en medio de un solar!
No hay nada como una buena FP, con sus prácticas, sus manualidades y sus sudores corporales, para colocarse (en todos los sentidos) a gusto. Mientras nos poníamos los birretes y la banda para lucir moflete en la orla de turno, utilizábamos los libracos para no mancharnos con el césped de la facul y decíamos cosas como: hago pellas, me pego al sobre, mola mazo, y demás expresiones de principios de los noventa que hoy en día sólo usa Camilo Sesto porque está gagá, ellos silenciosamente preparaban su ataque.
Años después, cuando se me rompe una persiana o se atasca el fregadero, sólo puedo pensar en que, una vez más, voy a ser víctima de la venganza de los ñapas. Llegarán a casa mirándome con sorna, empezarán a hablarme en un idioma que no entiendo (pero, ¿qué es eso del bote sinfónico?), trabajarán un ratito dejándolo todo perdido y me cobrarán un facturón, que ni el de la Kidman cuando hizo el anuncio de Chanel, al son del gran slogan que les ha hecho grandes, la frase victoriosa por antonomasia: "Y no le pongo el IVA, que le va a salir más caro..." Ante lo cuál yo sólo puedo musitar un gracias y pagar abochornada la cuenta mientras me pregunto por qué no me dediqué a cosas más útiles en vez de a esto del escribir.

miércoles, agosto 03, 2005

Berlín 2ª parte: La cerveza roja alemana es tan buena como el café con leche

Aunque una sea una petarda de tomo y lomo, de vez en cuando le gusta eso de pensar. Y en este viaje he podido hacerlo (ayudada por el calor y los vapores de la cerveza) sobre un tema que me apasiona: el lenguaje. Hay que ver, agujero querido, lo poco que lo cuidamos (tú, concretamente, nada, porque no dices ni mú) y lo importante que es. Un ejemplo: en alemán (idioma que desconozco casi por completo) mi razonamiento más profundo es el siguiente:
"La cerveza alemana roja es tan buena como el café con leche" y "Yo no soy una patata".
¿Cómo se te queda el cuerpo, agujero? A Nietzsche y a Kant se les tienen que estar entrechocando las rótulas en sus tumbas. Un niño teutón de tres años parecería, a mi lado, Sánchez Dragó en pantaloneta.
Sin embargo, en inglés y un poco menos en italiano, la cosa mejora, aunque no pueda entrar en demasiados vericuetos (no sé decir "perífrasis" ni "proselitismo" ni muchas más palabras de más de tres sílabas en los idiomas de los Monty Phyton y Berlusconi). El único idioma que manejo con soltura, alegría y fervor es el mío y ahí es cuando puedo pensar con claridad. Conclusión de empollona gafotas y la pongo en negrita y todo: el lenguaje es la entrada del pensamiento. Y dicho esto, voy a ver si encuentro cerveza roja alemana que es tan buena como el café con leche.

lunes, agosto 01, 2005

Berlín 1ª parte: La rabieta del niño okupa

De nuevo aquí, agujero negro de mis entrepaños, tras cinco días de pateada inmisericorde por las calles de Berlín. ¡Qué ciudad! ¡Qué monumentalidad! ¡Qué salchichas! Dispuesta a batir el récord de 40 kilómetros marcha en bolsito y sandalias, por la ciudad asolada por una ola (bueno, exagero, era una olita) de calor, vi una imagen que me dio que pensar. Ocurrió en la casa Tachles, que antes era una casa okupa y ahora es un centro multicultural regentado por okupas, que suena mejor y mola más. El caso es que, al ver la imagen que os adjunto, porque una tiene el dedo rápido (para hacer fotos, agujero, para hacer fotos) me di cuenta de una verdad como un templo sin la cuál no sé cómo he podido vivir hasta ahora: los niños no están hechos para sistemas okupas, ni comunismos.
El infante okupa que vi estaba llorando amargamente mientras su padre, hermano, tutor, novio de mamá, o lo que fuera le consolaba tiernamente. Pero que si quieres arroz, Catalina (o como dirían los teutones: pero que si quieres Frankfurter con chucrut, Helga), el niño no se consolaba. ¿Por qué? Porque los niños son capitalistas por naturaleza y el rollo antisistema no les va. Tú dale al chaval su Gameboy, sus zapatillas Converse último modelo y su Play 2 y ya verás cómo se le pasa la rabieta. Si ya lo sabemos. Con barrillo, ropa de segunda mano y pintadas no se triunfa en el patio del cole.