martes, noviembre 29, 2005

Congojas paranormales

Querido agujero sideral: Iker Jiménez me tiene acojonadita perdida. Ya, ya sé que tú no lo sigues y que si me da grima que no lo vea, pero es que es fascinante contemplar cómo este hombre se coloca delante de la cámara (y con esto no quiero decir que se pinche, aunque nunca se sabe) y se pone a contar tan pancho cosas tremebundas. Yo entiendo que lleva ya años en esto, pero debería mostrar un poquito de emoción porque no está retransmitiendo el sorteo de la bonoloto, precisamente. Lo que más me asombra es su capacidad para aguantar el tipo mientras pone psicofonías que dicen cosas como: "No puedo, no puedo" o da paso a un señor que asegura haber visto a su prima Frascasia en la tele y no precisamente en un programa de testimonios, si no en un canal asilvestrado, sin sintonizar ni nada, donde sólo se ve puntitos negros y blancos.
Lo peor de esto es que, cuando le comentas a alguien alguna de las cosas que cuenta Iker, resulta que esa persona ha vivido algo parecido en sus carnes morenas. Me acuerdo de un chico que me contó, tan tranquilo, que su tía convivía con el fantasma de su marido como si estuviera vivito. La mujer por la noche le decía: "Mariano, apaga la luz" y Mariano, muy en su papel y muy atento, se la apagaba. Por Dios, agujero, que el señor está criando malvas en la Almudena, ¿qué hace en el pisito familiar dándole al interruptor? Incluso tuve un profesor que me aseguraba que de niño se bañó en el mar al mismo tiempo que un haz de luz bajaba del cielo y se posaba en las aguas (yo creo que era el helicóptero de Tulipán, pero en fin) y que desde entonces no se pone enfermo. Ante semejante derroche de salud, deduzco que ese profesor debe seguir por ahí suelto acongojando a las criaturas. Y eso sí que me da miedo...

viernes, noviembre 25, 2005

Bíceps franquistas

Lo sé, agujero sideral de mis entrefajas, te he tenido abandonado demasiado tiempo, pero esta vez tengo una excusa. La bienamada compañía con la que tengo contratada la conexión decidió la semana pasada, por su cuenta y riesgo (para qué me van a preguntar, qué absurdez), que era demasiado lenta ( la conexión, no yo, aunque esto último no lo tengo muy claro) y que me vendría muy bien darle marcha a mi software y duplicarme la velocidad. Así lo hizo y ante semejante inyección de megas mi conexión, que estaba un poquito apalancada, ha petado hasta hoy. Pero bueno, ya ha pasado y a otra cosa.
El 20 de noviembre estuve en la concentración de fachas de la Plaza de Oriente. Con un par. He de decir en mi defensa que pasaba por allí, ajena a la fecha y en general a todo, me pasa con frecuencia, y cuando ví lo que ví decidí quedarme un rato básicamente a mirar y a asombrarme. Asombrarme, ¿de qué? Pues de algo en lo que no había caído hasta ese momento y que me dejó intranquila. ¿Alguien se ha fijado en la resistencia muscular de los franquistas? Ahora me explico por qué duran tanto. Allí estaban Blas Piñar (que ya tiene una edad para dejar de ir por ahí diciendo tonterías que un día le van a dar una colleja), y compañía cantándose el "Cara al Sol", el himno español (con letra y todo, ¿eh? Nada de chunda chunda tachunda chunda chunda, que es como lo canto yo) y demás serenatas trasnochadas con el bracito bien alto y aguantando como unos campeones. ¿Y los skinetes? ¡Qué manera de doblar y estirar el brazo! Qué sincronía. Qué hermosura. Podrían ir a "Mira quién baila" con la cabeza rapada bien alta. Por no hablar del perfecto acento berlinés de mediados de siglo que lucen cuando gritan consignas nazis. Ante semejante despliegue de saber estar y saber decir no pude evitar sentirme acomplejada e irme de allí con la cabeza baja prometiéndome hacer pesas y darle a los idiomas. Hay que estar alerta. Esta juventud viene pisando fuerte.

jueves, noviembre 10, 2005

Sosería policial

No sé, agujero negro, sideral y demás adjetivos chorras, si has estado alguna vez en una comisaría. Yo sí y lo único que podía pensar mientras estaba metida en ella, era en lo soso que es todo en la vida real y lo mucho que nos engaña el cine. En todo el tiempo que estuve allí no oí ni un solo "tengan cuidado ahí fuera", un "Hammer, queda apartado del caso. Deje su placa y su pistola", ni siquiera un miserable, "Mahoney, tenemos un 47 en la 42 esquina con la 57". Venga a mirar y a remirar y no vi ningún poli jubilado recogiendo los legajos y una foto enmarcada de su familia en una caja de cartón, con una pancarta detrás en la que pusiera "te queremos, Mc Callaghan". Con la ilusión que me hacía... Eso y ver a algún agente negro que hiciera ruidos con la boca, dónde va a parar. Y con lo que sudan en las pelis, aquí nada. Tan frescos. Y no se van de patrulla y después se toman unas birras en un bar de policías donde aprovechan para hacer unos puñicos los unos con los otros, nooool, estos tenían pinta de ir a una bar normal y corriente y comerse unas porras oyendo "El Larguero". Lo peor de todo es que una servidora ni siquiera estaba ahí por tener un código ultrasecreto que sólo ella puede interpretar por ser científica o autista o las dos cosas a la vez y por eso la persiguen los malos, malotes, que en realidad son de la CIA. Pues de eso nada, agujero, que le robaron el móvil y la cartera a mi amiga y estas cosas hay que denunciarlas por la cosa de renovar el DNI. Ya ves tú... viviendo al filo.

lunes, noviembre 07, 2005

Expresiones inexplicables

Mientras a escucho a The Cure, querido agujero sideral, (un amigo dice que es escalofriante el parecido de Robert Smith con María Asquerino y vive Zeus que tiene razón), he pensado que ya está bien de disimulos y que ha llegado la hora de confesar algo que me preocupa. Allá va. En ocasiones... en ocasiones, oigo expresiones que no entiendo.
Por ejemplo, mi padre, mi jefe y en general todos aquellos que ocupan un puesto de responsabilidad vía empresarial o genética dicen algo que me inquieta y cuyo significado se me escapa: "Cuando seas padre, comerás huevos". ¿Perdón? ¿He oído huevos? Si me dices una pata de jamón ibérico, lo entiendo, por la cosa del medrar y conseguir los objetivos que uno se propone en la vida, pero ¿huevos?
Otra expresión, igualmente escalofriante, que la gente usa cuando le pasa algo genial (los que ganan Gran Hermano lo gritan a los cuatro vientos henchidos de felicidad, creo que es porque no saben que Hacienda les va a crujir) es: "Se caga la perra". ¿Y por qué no un boquerón en vinagre? ¿O una tijereta? Sería igual de absurdo. ¿Y que me dices, agujero, del inefable: "Cágate, lorete"? No sé por qué, cuando nos pasa algo bueno o, en este caso, sorprendente, le pedimos a ciertas especies animales que hagan semejante esfuerzo, que lo mismo ni tienen ganas, y en imperativo para más inri. En fin, expresadas estas dudas creo que me voy a "planchar la oreja" que "a quien madruga, Dios le ayuda" y "a otra cosa, mariposa". ¡Toma, pelota de goma!

martes, noviembre 01, 2005

Aperitivo fóbico

Querido agujero sideral y poco más, porque hay gente que piensa que le escribo a mi ano y no puede ser, ayer tuve una conversación (bueno, tuvimos porque fue en grupo) sobre fobias raras. En esta materia, como decían las monjas del cole (que forman parte de mi lista de fobias, es ver una y me entran ganas de invadir Polonia), de todo hay en la viña del Señor. La que se llevó la palma fue una chica que, en un ataque de sinceridad espontánea, nos dijo cuál era su fobia personal e intransferible y en vez de obtener la comprensión y el asentimiento solidario que siguen a este tipo de confesiones, lo que se llevó para el cuerpo humano fue un choteo general de mil pares. ¿Y por qué? Porque a la pobre se le retuercen las tripas y le entra un malestar espantoso al oír ciertas palabras y ciertas canciones infantiles. Tras mucho rogar y previo soborno a su novio conseguimos enterarnos de UNA palabra y UNA melodía infantil. Y la cosa tiene su miga. ¡Atención! El término en cuestión es PISCOLABIS (y tampoco puso buena cara cuando le dije: "Entonces, mejor un TENTEMPIÉ") y la canción es la del INSPECTOR GADGET. Automáticamente toda la mesa se puso a cantarla ("de la quí pa llá, Inspector Gadget, de la safaguá, uh, uuuuh) y a la pobre se le retorcieron hasta los lóbulos de las orejas de grima. Horas después nos confesó que todavía le duraba el mal cuerpo al revivir su fobia. Menos mal que me mordí la lengua, pero lo que me apeteció contestar fue: "Nada mujer, esto se te pasa con un buen ¡¡¡piscolabis!!!".